El Mundo que Te Pierdes Cuando Duermes

Eran las 4:30 de la mañana cuando desperté inesperadamente. Algo en mí, una inquietud que no podía explicar me empujó a salir de la cama. Sin saber por qué, me puse las zapatillas, agarré una chaqueta y salí a caminar por la quieta oscuridad de la madrugada.

La ciudad estaba envuelta en un silencio casi absoluto. El aire era fresco, y la brisa ligera acariciaba mi rostro. Mientras caminaba, el mundo parecía desierto, dormido, como si el tiempo se hubiera detenido para todos, menos para mí.

Pero entonces, a lo lejos, noté un resplandor y escuché un murmullo, un eco de energía que contrastaba con la quietud a mi alrededor. Guiado por la curiosidad, me dirigí hacia el sonido, y lo que encontré me dejó sin aliento.

En un pequeño parque, apenas visible desde la calle, había un grupo de personas que parecían habitar en una dimensión diferente. Estaban entrenando, sus cuerpos en movimiento en perfecta sincronía. Un hombre levantaba pesas con una fuerza que solo podría provenir de una voluntad férrea; una mujer corría, sus pasos ligeros pero constantes, como si estuviera persiguiendo sus sueños; otro grupo hacía estiramientos y ejercicios de resistencia, sus rostros concentrados y decididos. Todo el espacio vibraba con una energía palpable, como si la vida en su forma más pura se manifestara en ese preciso momento.

Mientras los observaba, una voz surgió de algún lugar profundo dentro de mí. Era suave, pero clara, y resonó en mi mente como un eco que no podía ignorar:

“Este es el mundo que te pierdes cuando duermes.”

Esas palabras me atravesaron como un rayo. Me quedé allí, inmóvil, viendo cómo esas personas se esforzaban, empujaban sus límites, despertaban su fuerza interior mucho antes de que el sol siquiera asomara en el horizonte. Comprendí, en ese instante, que había un universo entero de posibilidades que se desplegaba en esas horas que yo solía pasar dormido, un universo que no conocía porque, simplemente, no estaba despierto para verlo.

La voz continuó:

“Mientras tú sueñas, ellos están construyendo sus sueños. Mientras tú duermes, ellos están despertando a su verdadero potencial. Cada peso levantado, cada kilómetro recorrido, es un paso más hacia la vida que desean. Y tú… ¿qué vida estás construyendo mientras duermes?”

Me di cuenta de que, al permanecer en mi zona de confort, había estado dejando pasar momentos de pura vitalidad, de crecimiento, de desafío personal. La oscuridad de la madrugada, en lugar de ser un tiempo para descansar, podría ser el escenario donde se forjaban las vidas más extraordinarias.

El grupo seguía entrenando, ajeno a mi presencia, pero su energía me alcanzó como una ola. Sentí un impulso renovado dentro de mí, una chispa que no había sentido en mucho tiempo. No era solo una llamada a despertar temprano; era una invitación a vivir plenamente, a aprovechar cada minuto que se me daba, a no dejar que la vida se escapara mientras yo dormía.

Con el corazón palpitante, me di la vuelta y comencé a caminar de regreso a casa. Pero algo había cambiado en mí. Sabía que, al día siguiente, y los días que seguirían, no dejaría que el amanecer llegara sin estar ya despierto, sin estar ya viviendo, construyendo, esforzándome. Porque ahora comprendía lo que estaba en juego.

Ese día descubrí un mundo oculto, un mundo que había estado ignorando. Y con esa revelación, supe que nunca más volvería a perderme el mundo que me esperaba cuando los demás aún dormían.

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