¡Tu carrito está actualmente vacío!

¿A quién estás defendiendo realmente?
A lo largo de nuestra vida, hemos aprendido a vestir diferentes personajes. Personajes que se amoldan a las expectativas, a los juicios, a las relaciones que forjamos en cada etapa. A veces somos el “trabajador incansable”, otras veces el “amigo confiable” o el “compañero perfecto”. Pero
¿Alguna vez te has detenido a pensar si esos personajes tienen algo que ver con quién eres realmente?
Nos han enseñado que esos personajes nos protegen, nos dan acceso a ciertas comodidades y ventajas. Nos hacen sentir aceptados, integrados, parte de algo más grande que nosotros mismos.
Pero ¿A qué costo?
¿Qué parte de ti queda enterrada cada vez que actúas desde ese personaje?
Y lo más importante: cuando alguien critica o ataca a ese personaje,
¿por qué saltas de inmediato a defenderlo? ¿A quién estás defendiendo en realidad?
Es curioso cómo nos ofendemos cuando alguien desafía esa fachada que hemos construido con tanto esfuerzo. Nos enfadamos, reaccionamos con ira, nos sentimos amenazados. Pero ¿Es realmente tu esencia la que está siendo atacada? O, ¿Es solo esa máscara que has aprendido a portar para encajar, para ser aceptado?
¿Quién serías sin ese personaje?
¿Qué pasaría si simplemente lo soltaras, si dejaras de alimentar esa identidad que, en el fondo, sabes que no es la verdadera?
Es incómodo, lo sé. Tal vez hasta da miedo imaginarlo. Pero, si no fueras ese personaje, si no tuvieras que defenderlo a toda costa…
¿quién serías entonces?
¿Qué harías si nadie esperara nada de ti?
¿Si el mundo dejara de juzgarte por ese personaje que has elegido mostrar?
¿Cómo cambiaría tu vida si dejaras de sentir la necesidad de defender lo que no eres?
Te invito a reflexionar, no te preocupes, no necesitas encontrar respuestas inmediatas. De hecho, es mejor que no las encuentres aún, si no, ¿de qué viviríamos en nuestras largas y profundas conversaciones internas?
Solo siéntate un rato en la incomodidad de estas preguntas. Porque, seamos honestos, a veces el acto más valiente no es salir a defender lo que creemos ser (eso es fácil), sino tener el valor de detenernos y preguntar:
¿Quién demonios está realmente detrás de ese personaje que tanto defendemos?
Sé que la respuesta te va a sorprender. Tal vez, al mirar de cerca, no encuentres a ese “adulto maduro y centrado” que intentas mostrar al mundo. Quizás descubras a un niño asustado, maltratado por las expectativas, o a un adolescente perdido, tratando de entender reglas de un mundo que ya no existe. O peor aún, puede que te encuentres con un corazón roto, todavía colgando de un amor no correspondido que, aunque ya pasó, sigue dictando cada movimiento en tu vida actual.
¿Y todo eso lo defiendes a capa y espada?
Qué curiosa jugada de la vida. Nos aferramos a versiones de nosotros mismos que hace tiempo dejaron de tener sentido, como si soltar ese viejo guion nos fuera a dejar flotando en un vacío existencial. Pero, siendo realistas, ¿cuánto más quieres seguir interpretando ese papel?
¿Hasta cuándo vas a llevar ese disfraz de alguien que ni siquiera reconoces cuando te miras al espejo?
Quizás sea momento de despedirte… no de los demás, tranquilo, que te seguirán viendo igual de fabuloso. Pero tal vez sí sea hora de dejar atrás a ese personaje que, francamente, ya no tiene espacio ni en tu propia historia.
Ha sido un enorme placer que me hayan leído en el transcurso de este tiempo.