El Eco en la Montaña

Porque Nunca Es Suficiente Escuchar Tus Propias Tonterías

El eco en la montaña

Recuerdo un viaje que hice de excursión a las montañas Merideñas, los andes venezolanos con mis amigos. Cuando llegamos a un lugar en la montaña que conduce a la famosa Cara del Indio, un lugar muy especial, ya que, en determinado momento del recorrido dichas montañas forman un vacío que te permite tener un eco muy pero muy claro de las voces, de nuestros pasos, de nuestra respiración. Allí hicimos una parada, esa parada marcó mi vida con un anclaje emocional positivo que jamás podría olvidar, hoy al escribir este artículo siento aún su poder, la lección aprendida en ese momento, me llevó a ser una persona que atiende con mucha atención las palabras que pronuncia o que se repite en su mente.

Les explico, nuestro guía nos dice que descarguemos nuestras mochilas, que es hora de un entrenamiento inolvidable en nuestras vidas, nos sigue narrando que cada vez que realiza esta expedición el corazón se le acelera al irse aproximando a este famoso lugar, y que cuando llega allí lleva consigo una lista de oraciones y palabras que reúne de sus conversaciones para oírlas de su propia voz aquí.  

Hagan lo que voy a hacer y prepárense con un buen sentido del humor para que se rían y descubran quienes hablan en su mente. Se paro ante el vacío, sacó su lista escrita y comenzó a leer con mucha emoción cada oración escrita y esperaba la respuesta. De esta forma comenzó:

  • ¡Eres un tonto!, se silenciaba e inmediatamente el eco de la montaña le respondía, ¡Eres un tonto!
  • ¡Tú no puedes vencer! Y el eco le devolvía el mensaje, ¡Tú no puedes vencer!

Luego cambia los mensajes a los más optimistas:

  • ¡Eres un ser increíble!, y regresaba el mensaje, ¡Eres un ser increíble!
  • ¡Eres invencible! Y el eco le decía, ¡Eres invencible!
  • ¡Nada puede detenerte! Y se repetía, ¡Nada puede detenerte!

En ese momento giró con su cuerpo a donde estábamos, y nos pregunta en forma retadora, ¿Quién se atreve a gritar sus propias tonterías?, y como sí nos hubiera inyectado una dosis extra de adrenalina, todos nos paramos a gritar lo que nuestras mentes nos repetían continuamente. Algunos gritaban:

Soy un cobarde

– Tengo mucho miedo

– Soy muy débil

– No sé qué hacer

Hasta que llegamos a un momento en que nuestras voces se entremezclaron formando un enredo entre el eco de la montaña y nuestras palabras, hasta que al agotarnos por el ejercicio pudimos escuchar el regreso de la última voz pronunciada:

“La Vida es muy Dura”

Una chica que estaba con nosotros rompió en llanto, y nos rompió a todos los que estábamos junto a ella, nos reunimos y nos abrazamos en aquella experiencia tan reveladora, tan expansiva, nos había roto el alma, y tratábamos de aferrarnos unos a otros para no sentir tanta verdad, tanta realidad, el peso que llevábamos todos no se basaba en el peso de  nuestras mochilas de 50 y 80 kilos a nuestras espaldas, se basaba en las palabras tan dura que nos repetíamos sin cesar como una especie de programación maligna diseñada para detener nuestro potencial, para apagar nuestra pasión, nuestra luz, y hacernos ver como sin fuerza, sin camino, sin rumbo, y perdidos, ese era el mayor peso que llevábamos en nuestras vidas tan jóvenes.

Cuando fue pasando aquel dolor de nuestro peso, nuestro guía se paró frente a nosotros y nos dio un corto discurso: “Ahora, es hora de que se paren con determinación y graben una nueva voz que los lleve a realizar sus sueños, sus metas, una voz que puedan siempre recordar en los momentos más difíciles y los haga revivir para no darse por vencidos”

Y nosotros entre sollozos y respiraciones entre cortadas, nos fuimos parando cada uno a gritar con todas nuestras fuerzas:

  • Vida te ablandaremos
  • Somos más fuertes que cualquier prueba
  • Vamos con todo para vencer
  • No nos detendremos hasta ver nuestros sueños alcanzados

Y casi al finalizar todas aquellas frases inspiradoras, nuestro guía nos dijo: “Ahora tomen sus mochilas y escalen esta montaña hasta llegar a la cima sin quejarse y demuestren que van en serio”

Lo que sucedió desde allí en adelante fue una demostración de determinación, los que se cansaban no pedían ayuda, los que se golpeaban no se entregaban para rendirse, cada uno de nosotros repetía sin cesar su nuevo eslogan, su nueva voz nacida del alma, y los más fuertes sin que se lo pidieran asistían a los desmayados, hasta que al cabo de una 5 horas de camino ascendente logramos la cúspide justo a la hora en que los últimos rayos de luz del sol se despedían, dándonos el más hermoso atardecer, el atardecer que nos decía que nos habíamos transformado en una nueva versión de nosotros mismos.

Al pasar de los años todos los que estuvimos en esa excursión, logramos la vida que habíamos soñado, cada quien, a su tiempo, cada quien, a su forma, cada quien, a su estilo, y no nos hemos detenido, ni nos conformamos, seguimos buscando más, y vamos por más.

Descendimos de la montaña, pero el eco ahora está en nuestras cabezas y lo podemos oír cada vez que hablamos y al oírlo podemos identificar que mensaje nos quiere estancar o que mensaje nos está impulsando a nuestros sueños.

¿Qué mensaje se repite en tu mente?

¿Qué eco se te devuelve?

¿Son palabras de amor para ti?

¿Es un mensaje inspirador?

¿Es un mensaje de dolor y sufrimiento?

Esa voz te tiene viviendo la vida que tienes, sí no te gusta la vida que llevas, entonces, cambia el mensaje de ese eco.

 El eco en la montaña nos enseñó:  

“El poder de nuestras palabras y cómo impactan nuestras vidas”

Un comentario

  1. Buenas noches, me encantó este tema. Increíble lo que deja algo tan simple. Saludos.

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